jueves, 11 de febrero de 2010

La lectura: la crítica

En esta clase vamos a hablar la crítica. ¿Por qué? Porque buena parte de nuestras futuras lecturas no serán solo las literarias o puramente teóricas (si tal cosa existiere) sino unas lecturas críticas sobre obras y autores. Así que retomando el hilo de los últimos encuentros, recordamos , la polémica que mantenía Arlt con los críticos, los conceptos de Pezzoni sobre el crítico como autor, el modo en el que leímos los fragmentos de crítica de propio Pezzoni y de Mancini sobre Silvina Ocampo en contraste o diálogo explícito con nuestra experiencia de lectura.

¿Qué relación asumimos con esas otras lecturas?, ¿cuáles podemos asumir?

Sabemos que comenzamos con lectura de un clásico, también escolar, y entonces, que será para muchos de la clase una re-lectura. Así que preguntamos de entrada, primero, quiénes ya conocen el relato de Julio Cortázar "Casa tomada" y qué lecturas conocían de él. La mitad o más del curso, en efecto, lo había leído y habían recibido mayoritariamente la lectura política que hace funcionar esta ficción como una alegoría del gobierno peronista, de la percepción de la clase media de la "invasión" de (su) mundo -político, social, urbano- por unos otros amenazantes. Algunos contaron que intuitivamente -sin indicación de docente- y más bien asociando a otro imaginario (exilios, dictadura del último proceso) habían hecho alguna vez para enfrentarse con la prohibición, por el contrario, de la lectura política sin más argumento. (Es notable la coincidencia ideológica que puede reconocerse tanto en la promoción como en la prohibición de respectivas interpretaciones políticas del cuento.)
A su vez, muchxs alumnxs ya habían leído en el cuadernillo el relato del propio autor sobre su composición de esa historia a partir de un sueño, lo que funcionó para algunxs como una obturación de la lectura política y para otrxs como la indicación de cómo leer "Casa tomada", como la narración de un sueño. Charlamos un rato, entonces, sobre el trabajo de escritura y el trabajo del sueño: hay un salto insalvable entre la consistencia de uno y otro que le hizo recordar a Micaela lo que ya habíamos charlado acerca de la diferencia entre la complejidad de dimensiones y de tiempos de lo real enfrentada a la linealidad del lenguaje o a cualquier forma de representación que nunca puede alcanzar esa complejidad (desde que toda representación es un hecho de lo real y lo transforma -recordemos "Pierre Menard..."- hasta que...).

Llenamos el pizarrón de notas de principios de lectura. Algunas anduvieron por rutas existencialistas: así, alguien leyó el problema de enfrentarse a lo inevitable y se enojó porque no reaccionaban, mientras que otrxs conisderaron que se trataba de una aceptación serena; así el texto parecía preguntar cómo cada uno da sentido o valor a la vida. Apareció en esta discusión la referencia a la ironía presente en el relato que luego, encontró más y más marcas (al parecer cada vez que el relato dice algo al mismo tiempo lo niega: los ladrones hipotéticos de la casa podrían ser víctimas y no victimarios; la relación incestuosa -"matrimonio de hermanos"- se presenta como el colmo del recato; se piensa en un paréntesis; el colmo de la intimidad se produce pared a pared a través del aire; y así...). Por otra parte, hubo una lectura a medio camino entre la tragedia y el psicoanálisis: la tradición pesa como una maldición y los hermanos, que no lo dicen, se mueren por salir y cumplen profesía (callada pero que funciona -otra vez- solo por medio de ruidos).

(Seguramente, de todo lo dicho, algo olvido.)

Luego, hicimos un pequeño ejercicio que se inspira en la siguiente hipótesis: leí un relato o un poema o... algo de la estirpe literaria, bah, charlamos sobre él en una clase y tengo que escribir ahora sobre eso... ¿por dónde empiezo?

Así fue que intentamos formular algunas proposiciones que afirmaran alguna lectura del relato. Comparamos la enunciación de ellas y vimos que no es lo mismo describir el relato de manera sustantiva ("es un sueño"), que una que afirme una posibilidad del relato ("funciona como un sueño" o "da cuenta de la pesadilla que es para unos hermanos huir de la relación incestuosa que les impone la tradición...", etcétera). Lo divertido vino cuando, de modo por completo arbitrario y por (im)puro juego de escritura, elegimos una de las hipótesis al azar y nos propusimos pensar cómo desplegarla. Allí mismo estallaron todos los ya no preguntas sino cuestionamientos: ¡¿cómo un sueño?!, ¡para mí no es un sueño!, ¿¡pero hay que decir cómo funciona un sueño?!, ¿¡dice que es un sueño en el relato!?, ¡si no leías la entrevista a Cortázar, con el cuento no podés saber eso!, ¿o sí? Y así... En efecto, toda esa dificultad para aceptar una lectura ajena ya no como propia sino como posible es lo que necesitamos es el trabajo que enfrenta nuestra escritura: entonces, pusimos signos de interrogación a todo lo que nos parecía necesitaba ser respondido, todo lo presupuesto. Las preguntas parecían imponerse cierto orden a sí mismas, que nos podían ayudar, más allá del orden para responderlas, el que tendrían los párrafos de un imagario texto expositivo.

Al final, y como resultado de este cuestionamiento sobre cuánto de las hipótesis que se habían formulado para escribir, correspondían a lo que se había producido en el diálogo de la clase y cuánto volvía a imponerse desde las lecturas conocidas como legítimas, recordamos asombrados cómo, por legítimas y archiconocidas que eran esas lecturas, en el regreso al texto, las lecturas del grupo habían ido por otros caminos. Y esto permite dejar abierta la pregunta de nuestra relación con el discurso de la crítica y... con la distancia entre hablar y leer/escribir sobre literatura.

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